El Día Mundial de las Enfermedades Raras se celebra el último día del mes de febrero desde el año 2008. El objetivo de su conmemoración es crear conciencia y ayudar a todas las personas que padecen alguna enfermedad de las denominadas raras, a recibir de forma oportuna el debido diagnóstico y tratamiento, y que, a la larga, esto les garantice una vida mejor.
Hablamos con la Dra. Guiomar Pérez de Nanclares Leal, coordinadora del grupo de investigación en Enfermedades Raras del Instituto de Investigación Sanitaria Bioaraba.
¿Qué significa para vosotras el 28 de febrero?
Yo creo que es un día para pacientes con enfermedades raras y para sus familias, con el objetivo de visibilizar su realidad, su día a día, y de poder reclamar una equidad en el diagnóstico, tratamiento y atención sociosanitaria.
¿Y desde el punto de la investigación que estáis realizando en el IIS Bioaraba?
La verdad es que hablar de investigación en enfermedades raras da un poco de vértigo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), existen cerca de 7.000 enfermedades raras que afectan al 7 % de la población mundial. Quienes nos dedicamos a la investigación en esta área no podemos estudiar esas 7.000, ni muchísimo menos. Por lo general, nos centramos en una (o unas pocas) que tengan algunas características comunes, bien clínicas, o, en nuestro caso, moleculares.
Acláranos un poco más eso de características moleculares
Nosotras, de formación académica, somos principalmente biólogas o bioquímicas. Y nos hemos especializado en genética, pero genética de laboratorio, de buscar alteraciones en el ADN, esa molécula que lleva toda la información para ser quienes somos (esto dicho de manera muy coloquial). Y, de hecho, nos hemos especializado en unas enfermedades, llamadas enfermedades de impronta, que se caracterizan no tanto porque haya cambios en la secuencia del ADN, en las letras que lo constituyen, las famosas adenina, guanina, citosina y timina, sino más bien en algo que está por encima del ADN. Ese algo se llama epigenética, que es quien regula qué genes se expresan o funcionan en uno u otro tejido.
Epigenética, expresar el gen, ¿puedes explicárnoslo?
En la escuela ya nos dicen que el ADN es el material genético que está en el núcleo de las células, seguro que os suena. Estando en la universidad se me ocurrió una pregunta que creo que es la que puso en marcha que hoy estemos trabajando en lo que hacemos. Y esa pregunta fue: “si todas y cada una de las células de nuestro cuerpo tienen el mismo material genético, ¿qué es lo que hace que una sea capaz de ver (como los conos y bastones), o de producir insulina (como las células beta pancreáticas), o de latir (como las del corazón)? Tiene que haber algo que “encienda y apague” determinados genes, determinadas instrucciones, en unos tejidos de una forma y en otros de otra”. Y en eso estamos. Y muchos equipos de investigación antes que el nuestro ya vieron que ese interruptor era la epigenética, que incluye una serie de modificaciones que controlan el ADN sin cambiar sus cuatro letras. Y dentro de la epigenética, hay distintos mecanismos. Nosotras de todos, hemos elegido la metilación, que es la adición de un grupo metilo (una molécula, un CH3), normalmente a las citosinas que están delante de una guanina en lugares concretos del ADN.
¿Y qué relación guarda esa metilación con las enfermedades de impronta?
Bueno, las y los seres humanos tenemos dos copias de cada gen (una heredada de nuestra madre y la otra de nuestro padre). Por lo general, son idénticas y ambas son funcionales, ambas se expresan, es decir pasan de ADN a ARN y de aquí a proteína. Sin embargo, en determinadas regiones genómicas solo una de las copias, uno de los alelos, es el funcional. El otro está silenciado por la metilación. Y eso es lo correcto, funcionar con una sola copia. Además, esa metilación está muy bien controlada, en función de la región del genoma, o se coloca en el alelo materno o lo hace en el paterno; en cada región como corresponde. Cuando por diferentes mecanismos, o bien funcionan las dos copias o bien no funciona ninguna, surgen las enfermedades de impronta.
¿Podrías darnos el nombre de algunas de esas enfermedades?
Las más conocidas, porque se descubrieron las primeras, son el síndrome de Angelman y el síndrome de Prader-Willi. Pero hay otras, como el síndrome de Silver-Russel, el de Beckwith-Wiedemann, el pseudohipoparatiroidismo, el síndrome de Kagami-Ogata, el de Temple… Son enfermedades no solo raras, sino ultrarraras, en algunos casos como el pseudohipoparatiroidismo, que es en el que nosotras llevamos trabajando cerca de 20 años, se habla de un caso por cada 180 000 personas.
¡Veinte años!, lo sabréis ya todo de esa enfermedad. ¿Dónde estáis ahora, qué ha cambiado desde que empezasteis?
Ya nos gustaría saberlo todo, ya. Yo creo que nuestra investigación ha ido siguiendo el mismo proceso que siguen las y los pacientes en lo que suele llamarse su odisea diagnóstica. Los primeros años nos enfocábamos sobre todo en el diagnóstico, en encontrar las alteraciones que causaban la enfermedad. Por el camino nos encontramos que, en algunos casos, como he comentado, las alteraciones no eran en la secuencia, sino en la metilación. Y buscamos técnicas para poder analizarla. La tecnología en genética y epigenética ha avanzado mucho en estos 20 años. Poco después empezamos a buscar qué era lo que causaba esos errores en la metilación, por qué no se colocaba correctamente. Cosas del destino, conocimos a pacientes cara a cara, participamos en las reuniones de las asociaciones de pacientes, y empezamos a escuchar sus necesidades. Y nos dimos cuenta de que una vez que tienen el diagnóstico (que en ocasiones ha podido tardar más de 5 años en llegar), su siguiente pregunta es: “y ahora, ¿qué?, ¿qué me va a pasar?”. Y nuestra investigación se volvió un poco más clínica, contactamos con otros profesionales médicos para investigar sobre la historia natural de estas enfermedades, qué síntomas aparecen y cuándo. Nos unimos a consorcios internacionales, porque como se dice “la unión hace la fuerza” y, en enfermedades raras esto es imprescindible. Consigues mucha más información con 400 pacientes que con 150. Y ahora que poco a poco vamos sabiendo hacia dónde avanzan estas enfermedades, su pregunta es “¿se puede evitar?”. Y ahí andamos, dando vueltas a posibilidades de tratamiento, de terapia génica… Y mientras, seguimos intentando dar respuesta a unos pocos pacientes que, aunque parece que su enfermedad es la misma que la de otras y otros pacientes a los que podemos diagnosticar, en ellas/os aún no hemos encontrado la causa. Así que, aunque ahora empezamos a tener mejores herramientas (estudios de exoma, genoma, bioinformática, inteligencia artificial), aún nos quedan preguntas sin resolver para, quizá, veinte años más.
Pero, se os ve con ilusión
Eso siempre. Tenemos por detrás un grupo de pacientes empujando, buscando respuestas y por delante, un montón de retos atractivos que superar.
Mucha suerte, entonces
Muchas gracias. Por ellas y ellos.